miércoles, 6 de enero de 2016

Viajes (VII) - Lejana Viena

Foto: Nora Spatola (2015). Graben, Viena
Caminando desde la estación central de trenes de Viena y a unas pocas cuadras del Jardín de Belvedere, nos sorprendió encontrarnos con Argentinierstraße, la calle Argentina. Luego supimos que fue así bautizada en 1921, en agradecimiento a la ayuda enviada por este país a Austria durante la crisis posterior a la Primera Guerra Mundial.
Fuera de su tradición musical y de su condición de cuna del psicoanálisis, poco se sabe de Viena por estas latitudes, al igual que poco parece saberse de la Argentina en Viena. Caminando por el hermoso Naschmarkt, un gran mercado callejero, entre enormes y variadas aceitunas y quesos, más de un vendedor, alguno de ellos de origen árabe, al escuchar mi rudimentario alemán me preguntó de dónde veníamos. Ante la respuesta, la expresión siempre fue de asombro, como extrañándose de que hubiéramos podido llegar desde tan lejos, si es que sabían dónde quedaba el país del que les estaba hablando.
El orden, la limpieza y el buen estado de conservación de Viena no pueden sino sorprender a un porteño como yo y provocar una sensación de lejanía y a la vez de fascinación. También llama la atención que varios restaurantes tengan todavía área para fumadores. En uno de ellos no pude evitar la tentación de prender un cigarrillo después de unas salchichas con panceta y papas, como tampoco pude evitar la pregunta, pese a la elocuencia del cartelito en la puerta y a la humareda que nos recibió: “Kann man hier rauchen?”. “Ja!”, contestó una amable y voluminosa señora que, de inmediato, me trajo un cenicero.
Viena no es una ciudad para quienes buscan trasnochar y vivir el ruido sino para quienes quieren recorrerla a pie de día o en las primeras horas de la noche y dejarse impresionar por su belleza y majestuosidad. No es difícil encontrar algún viejo y tradicional café o restaurante, como el Bräunerhof, para pasar un buen rato en calma y respirar el clima de la cuidad, clima que nos perdimos de vivir la última noche, luego de pasar el día en la vecina Bratislava, ya que, por falta de tiempo, debimos cenar en un restaurante un poco impersonal cercano a nuestro alojamiento. Después de la comida, que era muy buena, el encargado nos preguntó, cómo no, de dónde éramos. “Argentina tiene muy buenos jugadores de fútbol” dijo en inglés. “Y la mejor carne”, agregó. “Hay un lugar en Viena donde se come carne argentina. Es muy buena”.
En definitiva, no importa cuán lejos se esté, siempre hay cosas para las cuales la distancia parece no importar demasiado.

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