domingo, 10 de febrero de 2013

Desventuras del leñador. O, de las pasiones que sufriere aquel quien cortase un árbol y luego otro.


Alguien corta un árbol. Lo hace porque necesita leña y es invierno, o porque es leñador y entonces tiene el oficio de hacerlo y eso lo define como persona y si no lo hiciera caería en una crisis que lo llevaría a acumular cantidades insoportables de angustia que sólo podría combatir con una buena actividad física como cortar árboles. No importa por qué lo hace, lo importante es que alguien corte un árbol.

El árbol, cortado con una sierra Kolhmann & Schnaps de medio tiro, resulta muy grande para cualquier propósito fuera del talado con una sierra Kolhmann & Schnaps cuyos dientes de gran tamaño exigen piezas de taladuría mayor, por lo cual su tronco es cortado primero en dos secciones, la primera de las cuales ocupa un tercio del largo del tronco yacente, en tanto que la otra mitad, cuyo largo equivale al de los dos tercios restantes, es dividida de igual modo, correspondiéndose a la mayor pureza de la madera la última sección, de idílica calidad tan sólo apreciable por aquellos que de una u otra manera hubieran logrado ascender hasta ella desde la base del tronco o, una vez talado insolentes se le acercaran.

Pero incluso la sección superior y de más finas vetas resulta enorme, por lo que sufre una nueva secesión (la misma suerte corren las otras pero en distinta proporción: uno, dos, tres, cinco, siete, once, trece y diecisiete partes). Ostentando ya las partes un tamaño sensiblemente menos inasible, comienza el trabajo del hacha Lockemeyer (marca registrada en USA) que convierte las partes resultantes en leños de tamaño mediano, ideales para procesar y convertir en astillas que fácilmente se reprocesan deviniendo en un aserrín grosero, en primera instancia, y luego de una textura semejante a la de la arena o la sal.

Esas partículas diminutas de polvo vegetal son demasiado pequeñas para cualquier uso, excepto para uno: frotarse las manos transpiradas para poder tomar la sierra Kolhmann & Schnaps de medio tiro, que es muy efectiva, pero muy pesada y bastante peligrosa, y cortar un árbol. Porque el hombre necesita leña, o debe cortar un árbol porque le es imperativo, o porque es leñador y se define en su ser con ello, o porque le gusta, o es su hábito, o porque el bosque es grande, él esta solo y la naturaleza gusta de las pequeñas ironías inconducentes a las que somete y con las que entretiene a sus criaturas o, quizás, porque es la única forma en que puede justificar el aserrín en sus manos y el inútil crimen de haber perdido su día cortando un árbol.